15.3.06

El poder armonizador de los Cuencos


Los cuencos tibetanos y japoneses son instrumentos milenarios, que eran utilizados generalmente por monjes, los cuencos originarios del Tibet se fabrican con una aleación compuesta por los siete metales (oro, plata, mercurio, cobre, hierro, estaño y plomo) aunque ahora también se pueden conseguir de bronce.
Cuando se frota un cuenco con una vaqueta de madera, este produce una serie de vibraciones armónicas que se expande por todo el ambiente y que no solo se detecta a nivel auditivo sino también que actúa a nivel celular, devolviendo a cada célula de nuestro cuerpo su vibración natural.
Hay distintos tamaños de cuencos y de ello varia la nota musical.

Cada nota musical está asociada a un chakra:

  • Chakra Base (Primero) - Nota musical: DO

  • Chakra Plexo solar (Segundo) - Nota musical: RE

  • Chakra Umbilical (Tercero) - Nota musical: MI

  • Chakra Corazón (Cuarto) - Nota musical: FA

  • Chakra Garganta (Quinto) - Nota musical: SOL

  • Chakra Tercer ojo (Sexto) - Nota musical: LA

  • Chakra Corona (Séptimo) - Nota musical: SI


También existen las campanas tibetanas que cumplen con la misma función, aunque también suelen usarse para meditación.

En Buenos Aires – Argentina, un especialista en el tema es el Sr. Albert. Rabenstein (www.tibet.com.ar), quien organiza armonizaciones grupales, seminarios y también fabrica y vende distintos tipos de cuencos y diapasones.

En nuestro altar budista seguramente contamos con algún cuenco del tipo Japonés, con el cual podemos experimentar el poder terapéutico del sonido.

1.3.06

La naturaleza de Buda es inherente a todas las personas

Shariputra, debes saber que al comienzo hice una promesa deseando hacer a todas las personas iguales a mí, sin distinción alguna entre nosotros, y lo que ansié por mucho tiempo se ha realizado. (The Lotus Sutra, cap. 2, pág. 39).

En este famoso pasaje del Sutra del Loto, el buda Shakyamuni presenta uno de los principios revolucionarios del sutra. Es el hecho de que todas las personas pueden alcanzar el mismo estado de vida que el suyo, indicando la posesión mutua de los Diez Mundos.

Los Diez Mundos son estados de vida que experimentan todos los seres vivientes de momento a momento. Ellos son: Infierno, Hambre, Animalidad, Ira, Humanidad, Cielo (o Éxtasis), Aprendizaje, Realización, Bodhisattva (misericordia) y Budeidad (iluminación o absoluta felicidad). Los sutras preliminares representan a los Diez Mundos como reinos separados y distintos, donde viven las personas. Era inconcebible que el estado puro de la Budeidad pudiese existir en los contaminados mundos más bajos.

La afirmación de Shakyamuni de que todas las personas pueden llegar a ser iguales al Buda, “y que no hubiera distinción alguna entre nosotros”, da fe de la superioridad del Sutra del Loto por sobre los sutras provisionales. Indica que el Buda retorna al reino de los nueve mundos más bajos para conducir a las personas hacia la iluminación, y que existiendo en los nueve mundos más bajos, las personas comunes tienen el potencial para alcanzar la Budeidad.

En “Carta a Niike” Nichiren Daishonin explica: “Shakyamuni señaló: ‘Juré hacer que todas las personas fueran iguales a mí y que no hubiera distinción entre nosotros’. Por lo tanto, no es difícil llegar a ser un buda. El huevo de un ave no contiene más que líquido, pero éste, por sí mismo, desarrolla un pico, dos ojos, y todas las demás partes que forman un pájaro, hasta que, luego, es capaz de volar. Nosotros somos como el huevo, ignorantes y elementales, pero cuando nos nutre la invocación de Nam-myoho-renge-kyo, desarrollamos el pico de los treinta y dos rasgos del Buda y las plumas de sus ochenta características, y somos libres de surcar el firmamento de la realidad última. El Sutra del Nirvana señala que todas las personas se encuentran confinadas dentro de la cáscara de la ignorancia y que carecen del pico de la sabiduría. El Buda regresa a este mundo, como el ave hembra retorna a su nido, y rompe el cascarón para que todos los hombres, como pichones, puedan abandonar la morada y surcar los cielos de la iluminación” (Los principales escritos de Nichiren Daishonin, vol. 1, pág. 264).

En el Japón del siglo XIII, de la época del Daishonin, dominado por sectas budistas que seguían los sutras provisionales, se creía que los budas eran figuras salvadoras trascendentales. Estaban adornados con treinta dos rasgos extraordinarios, como la piel dorada, marcas de la rueda del Dharma en las plantas de los pies, una luz que irradiaba de sus cuerpos, y así sucesivamente.

En este pasaje, Nichiren Daishonin declara que la Budeidad, en realidad, es inherente a la vida de todas las personas comunes. El rol del Buda no es el de un ser sobrenatural al cual los demás deben subordinarse.

Al declarar que ”Lograr la Budeidad no es nada extraordinario”, él indica que, si bien puede parecer extraordinario, originalmente estamos dotados con el potencial para lograrlo. Él utiliza la analogía de un huevo para ilustrar este hecho. Un huevo es un objeto común, que no tiene fuera de lo común en lo superficial, y que no contiene otra cosa más que un líquido pegajoso. Sin embargo, posee el potencial para desarrollarse como un ave que puede volar libremente en el cielo. Nuestra vida es igual. Exteriormente podemos ser mortales comunes, pero estamos naturalmente dotados con el potencial para desarrollar el estado de absoluta libertad de la Budeidad.

Aunque el Sutra del Loto da fe de la existencia de nuestra naturaleza de Buda, Nichiren Daishonin nos da el método para desarrollarla invocando Nam-myoho-renge-kyo. El Daishonin dice que si lo hacemos podemos desarrollar los treinta y dos rasgos distinguidos del Buda. Estos son interpretados como la misericordia, el discernimiento, la sabiduría y otras cualidades humanas, y no como atributos físicos que alejan de la gente al Buda. La realidad última de la vida no yace en algún lugar alejado de nosotros mismos. Nosotros alcanzamos la Budeidad en nuestra forma presente.

Aun cuando poseemos el potencial para el supremo estado de la Budeidad, a menos que encontremos la relación externa apropiada –el objeto de veneración o Gohonzon– una persona permanecerá confinada dentro de “la cáscara de la ignorancia”, carente “del pico de la sabiduría”. El rol o la función del Gohonzon, como la corporificación de la naturaleza de Buda de Nichiren, es “romper la caparazón” o proporcionar la causa externa apropiada con la cual podemos hacer emerger nuestro Gohonzon innato, o naturaleza de Buda.

En The Wisdom of the Lotus Sutra, el presidente de la SGI Ikeda, explica la manera en que se aplica este pasaje del Sutra a nuestra práctica en la comunidad de creyentes budistas: “La propagación de las enseñanzas así como la forja y la promoción de personas capaces son, todas, actividades que concuerdan con el espíritu del Sutra del Loto. Las demás actividades culturales y sociales de la SGI sólo adquieren un significado profundo cuando contribuyen con el desarrollo de personas de capacidad y conducen a un contacto de más y más personas con el Budismo.

“El Buda jura elevar a todas las personas al mismo estado de vida suyo. Este es el espíritu para forjar personas capaces, hacer posible que las personas desarrollen su potencial al máximo. Este, también, es el espíritu que subyace en la relación de maestro y discípulo.

“Por supuesto, dado que nosotros también luchamos por seguir creciendo y desarrollándonos, la determinación de elevar a los demás no sólo a nuestro nivel sino más allá, es el verdadero espíritu del juramento del Buda de ‘hacer que todas las personas fueran iguales a mí y que no hubiera distinción entre nosotros’.

“La verdadera esencia del humanismo yace en nuestra misericordia y serio compromiso para orar y esforzarnos por el crecimiento de nuestros miembros compañeros, en particular de aquellos que han abrazado la fe más recientemente. La SGI es una organización humanística. No se basa en la autoridad o en las órdenes verticales. Avanza con la alegría que proporciona el estar en contacto con la humanidad genuina” (The Wisdom of the Lotus Sutra, vol. 1, págs. 134-35).

Este pasaje del Sutra del Loto también ilustra el concepto de la “unidad del mentor y el discípulo”. Antes de las enseñanzas del Sutra del Loto, la perspectiva era que “el discípulo es el discípulo” y “el Buda es el Buda”. Pero, tal como lo indica el pasaje, “Deseando hacer que todas las personas fueran iguales a mí y que no hubiera distinción entre nosotros”, el mentor y el discípulo son iguales y están unidos en su misericordia por la humanidad y en los esfuerzos por propagar la Ley.

Material extraido de la Soka Gakkai Internacional